Miércoles 9 de Marzo de 2016
“Que quiera morir no significa que me vaya a dejar morir como un vegetal. Lo importante no es morir, ni a qué edad se muere, sino lo que se está haciendo justo en ese momento”. Paloma.
La película impacta desde el minuto uno –la primera vez que se la ve. Cómo es posible que una niña de 11 años sepa ya a esa edad que le espera un destino vacío, lo que ella llama “la pecera”. Un lugar donde los adultos rebotan una y otra vez, chocando indefectiblemente como moscas, contra el mismo vidrio.
Ella lo dice así: “…vivo en un piso de ricos. Mis padres son ricos, mi familia es rica y mi hermana y yo somos virtualmente ricas. Pero, a pesar de eso, a pesar de tanta suerte y tanta riqueza, desde hace mucho tiempo, sé que el destino final es la pecera”.
Ese año Paloma estaba decidida a suicidarse en el día de su próximo cumpleaños. Pero como explica en la frase de más arriba, no se iba a dejar morir así sin más, tenía el firme propósito de llegar a esa fecha cumpliendo un objetivo, hacer una película que muestre por qué es absurda la vida.
Ella es extremadamente lúcida y ama el arte y la cultura japonesa. Registra todo con su cámara, continua y constantemente, a veces escondida detrás de los muebles, poniendo rabiosos a los integrantes de su familia con quienes convive en un piso de París. Su hermana, para quien la norma cultural es el poder social aderezado con ropa de marca; su madre doctorada en letras y adicta a los somníferos y al champagne, a quien el doctorado, según Paloma, le sirvió para escribir las invitaciones sin faltas de ortografía y el padre, diputado socialista candidato a presidente de la asamblea nacional, más preocupado por su trabajo que por su familia pero benévolo.
Por momentos vemos a Paloma parodiando el acto de morir de varias maneras, pero descarta el dolor. De a poco va robando pastillas de la habitación de su mamá y cuenta los días.
Ahora bien, ¿quién es el erizo de la historia? Paloma no.
Cuando conoce a la conserje del edificio, personaje principal, de alguna manera se tiende el puente hacia la reconciliación de la niña con la vida.
Alguna vez leí por ahí que una persona se convierte en tal después de un esforzado doble movimiento: primero la demolición (o negación), saberse no otro, convertirse en un ser independiente de los demás. Decir no es el comienzo de la libertad, quizá como un segundo nacimiento. El otro movimiento requiere la construcción de lazos hacia los otros porque el sí también nos constituye.
La portera del edificio es una mujer viuda malhumorada y solitaria, que vive encerrada con un gato y sus libros. Pero como la describe Paloma muy bien, a pesar de los pinches que se ven, por dentro es elegante y delicada como el erizo. Le gusta la música clásica y las novelas rusas de principios del siglo XX. Su gato se llama León. Pero no quiere despertar la atención porque… ¿quién quiere una portera con pretensiones? El humilde departamento de la planta baja se convierte en el refugio donde Paloma toma té y come chocolate amargo mientras se va construyendo un vínculo de afecto. También descubre que detrás de una sencilla puerta se esconde la biblioteca más maravillosa. Es tal el tesoro que ahí encuentra que durante una comida les comunica a sus adinerados padres que cuando sea grande será conserje de edificio.
El tercer personaje que completa el cuadro y que también contribuye a devolver a Paloma a la vida, es el nuevo vecino, Kakuro Ozu -la paz y la sabiduría venida de Oriente. La niña también comparte tardes de juego y charlas con él. Por esas cosas de la vida y el encuentro azaroso de frases que dichas al pasar resuenan en algunas almas y no en otras, este elegante japonés y la portera comienzan una relación a través de la cual la película quiere mostrar cómo se da la interacción y el nacimiento del amor entre dos estereotipos socialmente contrapuestos.
Un cambio de rumbo se hace posible.
Llega el final con la muerte sorpresiva de uno de los personajes. Paloma, que ya había logrado, gracias a esos dos vínculos, resignificar la vida y la muerte, piensa qué estaba sucediendo en ese momento en la vida del personaje y comprende, con satisfacción, que no murió como un pez. La muerte le llegó en el momento justo, cuando esa persona estaba dispuesta a amar.
“Vida y muerte sólo son consecuencia de una buena o mala construcción. Y lo que cuenta es construir bien”. “Perseguir las estrellas. No acabar como un pez en una pecera”.
Paloma.
L’élégance du Hérisson (película francesa de 2009 basada en la novela del mismo nombre de Muriel Barbery, Gallimard, 2006). Producción Francesa. Género: comedia dramática.