Jueves 17 de Diciembre de 2015
En la UNNOBA
Además, se le entregó el título de Visitante Ilustre al abogado Ricardo Gil Lavedra, por su trayectoria en la defensa de los Derechos Humanos.
Graduados de todas las escuelas pertenecientes a la Universidad Nacional del Noroeste recibieron sus títulos, en un acto que se llevó adelante en el Salón de la Democracia Argentina.
La ceremonia sirvió para agasajar a egresados de toda la región: General Viamonte, Junín, Pergamino, Lincoln, Salto, Ferré, General Pinto, 9 de Julio, Rojas, Alberti, Carlos Tejedor, Rawson, Ameghino, General Arenales, Bragado, Vedia, Villegas, entre otros. También de otras provincias o localidades más alejadas como Villa Mercedes (San Luis), Ciudad de Buenos Aires, Rio Cuarto, Tucumán, Rosario, Mar del Plata, San Martín y Gonnet.
En ese marco se le entregó el título de Visitante Ilustre al doctor Ricardo Gil Lavedra, por su trayectoria en la defensa de los Derechos Humanos y su participación en el tribunal que juzgó a las Juntas Militares.
“Hicimos lo que hace cualquier juez, aplicar la ley a los hechos probados de la causa, aunque sí fue extraordinario el juicio, un hecho fundante de la nueva democracia”, dijo Gil Lavedra.
“El del ´76 no fue un golpe militar cualquiera, fue la dictadura más cruel, más sanguinaria que tuvo la Argentina, y que desató, tristemente, nuestro propio genocidio. Y el gobierno de 1983 se encontraba ante la disyuntiva de qué hacer frente a las atrocidades del pasado.
En ese sentido el juicio a las juntas fue un hecho inédito, no había precedentes en el mundo. Los militares y los policías que todavía tenían sus manos manchadas con sangre tenían los fusiles y las armas con los cuáles se custodiaba al gobierno democrático”, señaló.
“El mérito no es de los jueces, sino de toda la sociedad, las organizaciones de derechos humanos, la tarea extraordinaria que tuvo ese puñado de madres, que enfrentó la dictadura en plena dictadura.
También deben ser reconocidos los testigos de esos juicios, que tuvieron el valor en ese momento, sin saber qué podía ocurrir el día de mañana, de ir a prestar sus dichos, sabiendo que podían poner en peligro sus vidas. Y debe rendirse un homenaje a la valentía, a la audacia que tuvo el presidente Raúl Alfonsín de iniciar este camino. El decía “sobre la base de una claudicación ética no puede haber democracia’”, afirmó.