Martes 21 de May de 2013
Es una enfermedad contagiosa causada por la infección con el virus del mismo nombre.
El cuadro clínico puede ir desde un padecimiento leve que dura unas cuantas semanas hasta una afección grave de toda la vida.
El virus de la hepatitis C se propaga por lo común cuando la sangre de una persona infectada ingresa en el organismo de una persona susceptible. Es uno de los virus más comunes que infectan el hígado.
Se calcula que cada año se infectan con este virus entre 3 millones y 4 millones de personas en el mundo. Hay unos 150 millones de personas que sufren la infección crónica y están en riesgo de sufrir cirrosis hepática o cáncer del hígado. Cada año mueren más de 350 000 personas por causa de enfermedad es hepáticas vinculadas con la hepatitis C.
La hepatitis C tiene una distribución mundial. Los países con las tasas más altas de infección crónica con este virus son Egipto (15%), el Pakistán (4, 8%) y China (3, 2%). En los tres se considera que la principal vía de transmisión son las inyecciones aplicadas con material contaminado.
Transmisión
El virus de la hepatitis C se transmite generalmente por exposición a sangre de una persona infectada.
Esto puede suceder:
- al recibir transfusiones de sangre o derivados sanguíneos e injertos de órganos contaminados; - por inyecciones aplicadas con jeringas contaminadas; en las instituciones asistenciales, por los pinchazos con agujas contaminadas; - la utilización de drogas inyectables; - cuando la embarazada padece la infección y contagia a la criatura.
La hepatitis C se puede transmitir al tener relaciones sexuales con una persona infectada o compartir artículos contaminados con sangre infecciosa , pero estos mecanismos son menos comunes.
La infección no se transmite por la leche materna, los alimentos ni el agua; tampoco por el contacto social que implican los besos y abrazos o el compartir alimentos o bebidas con una persona infectada.
Cuadro clínico
La hepatitis C tiene un periodo de incubación que dura entre 2 semanas y 6 meses. Después de la infección inicial, aproximadamente el 80% de las personas no manifiestan síntoma alguno. Algunas personas pueden presentar un cuadro clínico agudo con fiebre, fatiga, falta de apetito, náuseas, vómitos, dolores abdominales, coloración oscura de la orina, heces fecales de color grisáceo, dolores en las articulaciones e ictericia (coloración amarilla de la piel y el blanco de los ojos).
Aproximadamente, entre el 75% y el 85 % de las personas que padecen la infección inicial contraen una enfermedad crónica, y entre el 60% y el 70% de las que padecen la infección crónica sufren una hepatopatía crónica; entre un 5% y un 20% contraen cirrosis; y entre un 1% y un 5% mueren por cirrosis o cáncer del hígado. En un 25% de los enfermos de cáncer del hígado la causa fundamental es la hepatitis C.
Diagnóstico
Es frecuente que el diagnóstico de la infección aguda no se establezca porque la mayoría de las personas infectadas no presentan síntomas. Los métodos comunes que detectan los anticuerpos en la sangre no permiten distinguir la infección aguda de la crónica. La presencia de anticuerpos contra el virus de la hepatitis C indica que una persona está infectada o lo estuvo. Para confirmar el diagnóstico de la infección se utilizan la prueba de inmunotransferencia con antígenos recombinantes del virus (RIBA) y la detección del ARN del virus.
El diagnóstico de la infección crónica se establece cuando en la sangre hay anticuerpos contra el virus de la hepatitis C durante más de 6 meses. Al igual que en las infecciones agudas, el diagnóstico debe confirmarse con otra prueba. Para evaluar las hepatopatías, y en particular la cirrosis y el cáncer hepático, se suelen utilizar pruebas especializadas.
Hacerse la prueba
El diagnóstico temprano puede evitar problemas de salud derivados de la infección y prevenir la transmisión de esta a los familiares y otros contactos íntimos. En algunos países se recomienda la realización de pruebas de detección a las personas que pueden tener riesgo de infectarse, tales como: quienes recibieron sangre, productos sanguíneos u órganos antes de que se implantaran las pruebas de tamizaje del virus de la hepatitis C o quienes viven en lugares donde la realización de dichas pruebas todavía no está generalizada;
quienes se inyectan o se inyectaron drogas (aunque haya sido hace muchos años); los pacientes en hemodiálisis crónica; el personal sanitario; las personas infectadas por el VIH; las personas con enfermedades hepáticas o pruebas funcionales hepáticas alteradas; los recién nacidos hijos de mujeres infectadas.
Tratamiento
La hepatitis C no siempre requiere tratamiento. Hay 6 genotipos del virus y cada uno puede responder de distinta manera al tratamiento; por tal motivo, antes de comenzarlo es preciso efectuar la evaluación cuidadosa para determinar el método más apropiado para el enfermo.
El tratamiento combinado con interferón y ribavirina ha sido la base del tratamiento de la hepatitis C. Por desgracia, el interferón no se puede adquirir en todo el mundo, a veces no es bien tolerado y muchos pacientes no terminan el tratamiento; además, algunos genotipos responden mejor que otros. Así pues, aun cuando la hepatitis C se considera generalmente una enfermedad curable, en muchos casos no es así.
Los adelantos científicos han permitido obtener nuevos medicamentos antivíricos que pueden ser más eficaces y mejor tolerados que los fármacos actuales para tratar la hepatitis C. Hace poco, algunos países autorizaron el uso de telaprevir y boceprevir, dos nuevos fármacos. Aún falta mucho por hacer para que estos adelantos den por resultado un mayor acceso al tratamiento en todo el mundo.
Prevención
Prevención primaria
No hay vacunas para prevenir la infección por el virus de la hepatitis C; el riesgo de infección se puede reducir evitando: las inyecciones innecesarias y aplicadas en condiciones que no son seguras; los productos sanguíneos que no sean seguros; la recogida y eliminación de objetos punzocortantes que no siguen las precauciones del caso; el consumo de drogas ilícitas inyectables y el intercambio de material de inyección;
las relaciones sexuales sin protección con personas infectadas por el virus de la hepatitis C; el intercambio de objetos personales punzocortantes que puedan estar contaminados por sangre infectada; el tatuaje, las perforaciones ornamentales (piercing) y la acupuntura realizados con material contaminado.
Prevención secundaria y terciaria
La OMS recomienda que las personas infectadas por el virus de la hepatitis C deben: recibir educación y orientación acerca de las opciones asistenciales y terapéuticas; vacunarse contra las hepatitis A y B para prevenir la coinfección por estos virus y proteger así el hígado; buscar rápidamente atención médica apropiada, que puede consistir en la administración de antivíricos; someterse periódicamente a pruebas que permitan diagnosticar las enfermedades hepáticas en etapa temprana.
OMS y programa
La OMS despliega actividades en las siguientes esferas para prevenir y controlar las hepatitis víricas: concientización, promoción de alianzas y movilización de recursos; políticas con fundamento científico y datos prácticos para la actuación; prevención de la transmisión; detección, asistencia y tratamiento.
La OMS también organiza el Día Mundial contra la Hepatitis el 28 de julio de todos los años, con el fin de acrecentar el conocimiento de las hepatitis víricas.