Miércoles 8 de May de 2013
Es muy común escuchar hablar de mándalas, ver cuadros y decoraciones basados en estas, y hasta meditar con las mismas. Es una palabra sánscrita que significa “círculo”. Tiene su origen en la India y son utilizado desde tiempos remotos.
Consiste básicamente en una forma circular con formas geométricas concéntricas, organizadas en diversos niveles visuales. Las formas básicas más utilizadas son círculos, triángulos, cuadrados y rectángulos y pueden ser creadas en forma bi o tridimensional. En Oriente hay gran cantidad de templos realizados en forma de mandala.
Desde el punto de vista espiritual es un centro energético de equilibrio y purificación que ayuda a transformar el entorno y la mente de quien medita en ellos.
En la cultura occidental fue Carl G. Jung, uno de los padres de la psicología, quien los utilizó en terapias psiquiátricas con el objetivo de alcanzar la búsqueda de individualidad en los seres humanos.
Jung solía interpretar sus sueños dibujando un mandala diariamente. En dicha actividad descubrió la relación que éste tenía con su centro y a partir de allí, elaboró una teoría sobre la estructura de la psique humana.
Según Jung, los mandalas representan la totalidad de la mente, abarcando tanto el consciente como el inconsciente. Afirmó que el arquetipo de estos dibujos se encuentra firmemente anclado en el subconsciente colectivo.
Crear mandalas y meditar en ellos es un poderoso instrumento que potencia la creatividad, expande la conciencia y nos reconecta con nuestro Ser. Además nos ayuda a mejorar la comunicación con el mundo y nos permite desarrollar la auto-aceptación y la auto-observación de una manera natural e intuitiva. Nos centra, nos armoniza, nos hace sentir paz y bienestar.
Quien realiza o medita sobre un mandala, comienza a descubrir y a comprender que cada parte del mandala forma parte de un todo y que cada parte del universo forma parte de uno mismo. Descubre en definitiva, la unidad de la que hablan todos los grandes seres espirituales, el verdadero significado de “todo es uno”.
Cómo crear un mandala
La principal regla en la creación de un mandala es dejar fluir la imaginación, la creatividad, la energía, actuando de forma libre e intuitiva, sin preconceptos. Buscar un significado racional puede truncar el valor esencial del mandala.
El momento presente es el que cuenta y no lo que sepamos de colores y formas. Hay que dejar que los colores y las formas hablen a través de nosotros. El mandala es un reflejo de nuestro interior.
Necesitamos unos minutos de contemplación, concentración y calma, en un ambiente tranquilo y cómodo.
Debemos tener en cuenta su esquema básico: un círculo y cuatro puntos cardinales. Se puede variar la base y reemplazar el círculo por un triángulo, un cuadrado o un octágono.
Todo lo que hacemos en nuestra vida a nivel físico y concreto, tiene sus repercusiones en planos más sutiles y elevados y viceversa. La creación de un mandala, que es un simple dibujo para el ojo racional, para lo sutil es como un mapa que nos marca el camino hacia el auto conocimiento profundo, entendiendo incluso, aspectos imposibles de poner en palabras.
La creación de un mandala es un ida y vuelta entre lo sutil y lo concreto. Es esa porción del universo que ocupa nuestro ser, nuestra esencia. Creamos nuestro propio espacio sagrado, dejando fluir las energías de forma libre y natural.
La libertad en la creación se extiende a los materiales: lápices, tizas, acuarelas, acrílicos, piedras, arena, en maderas, hojas, metales, etc.
Debemos pintarlo de manera intuitiva, sin pensarlo. Si lo comenzamos a pintar de afuera hacia adentro, se representa el autoconocimiento de lo externo hacia nuestro centro, hacia nuestro interior. Si nace de nosotros comenzar desde el centro hacia afuera, esto simboliza la expansión de la conciencia.
Del mismo modo elegimos los colores, no importa que no combinen entre sí. En ellos se verá reflejado nuestro estado de ánimo.
Si nos produce sueño durante el proceso, se debe a que pasamos de estar tensos a estar relajados. Es normal; en este caso es preferible dejarlo y continuarlo mas tarde.