Sábado 18 de May de 2013

¿Creés que podés iluminarte?

¿Cómo se define esa palabra tan ansiada a la que un genuino buscador quiere llegar, ahora, vivo, o después de muerto, como si esa palabra tan temida, muerte, existiera?

 

La iluminación es despertar a una sensación interna aquí y ahora.

La iluminación es respirar y amar.

La iluminación es saber la verdad, no lo que creíamos que era la verdad.

La iluminación es reír hasta caer desmoronado de dicha.

La iluminación es saber que no había nada que buscar afuera, porque ya era nuestro estado natural.

La iluminación es el estado de paz, que se produce al comprender que todo lo que nos pasamos buscando vida tras vida, es lo que siempre fuimos.

La iluminación es no tener que lograr nada, sino sólo ser, y ser consciente de eso que somos.

La iluminación es sabernos seres divinos, en un cuerpo humano, y que todo es Uno.

La iluminación es saber que eso que llamamos Dios también esta en nosotros y recuperamos la conciencia de nuestra divinidad, en un instante.

La iluminación es ya mismo.

Todas estas palabras que estamos usando para intentar acercarnos a la descripción del estado de iluminación, son una mera aproximación, por eso la palabra siempre es limitante, pero son las más resumidas, de las frases que los grandes seres usaron durante siglos , para darnos un atisbo, una pauta de la iluminación, para que la mente quedara satisfecha durante un momento y dejase de indagar y analizar y comparar y juzgar, y fuera capaz de fundirse en la experiencia, que excede, que supera a todas las palabras.
Cada vez que haya que definir a la iluminación, ya la perdemos; cada vez que nos sentamos a debatir y repreguntar sobre los niveles de la iluminación y la distancia que nos separa de ella, ya la volvimos a esquivar; cada vez que razonamos la facilidad o dificultad de iluminarnos, y los sacrificios que deberíamos hacer para llegar a ella, ya se nos escapa, como agua entre los dedos o como el aleteo de un colibrí, que durante un instante permaneció detenido en el tiempo, haciendo que la eternidad fuera eso, y en un parpadeo, se nos chispotea y desparece.
¿Qué queda entonces? el recuerdo de esa divinidad y de que esa sensación se puede recrear en todo momento, porque es la capacidad perfecta de volver a nosotros mismos, siempre, una y otra vez, en este eterno presente en el que siempre somos, lo que somos.

Todas estas palabras que estamos usando para intentar acercarnos a la descripción del estado de iluminación, son una mera aproximación, por eso la palabra siempre es limitante, pero son las más resumidas, de las frases que los grandes seres usaron durante siglos , para darnos un atisbo, una pauta de la iluminación, para que la mente quedara satisfecha durante un momento y dejase de indagar y analizar y comparar y juzgar, y fuera capaz de fundirse en la experiencia, que excede, que supera a todas las palabras.

Cada vez que haya que definir a la iluminación, ya la perdemos; cada vez que nos sentamos a debatir y repreguntar sobre los niveles de la iluminación y la distancia que nos separa de ella, ya la volvimos a esquivar; cada vez que razonamos la facilidad o dificultad de iluminarnos, y los sacrificios que deberíamos hacer para llegar a ella, ya se nos escapa, como agua entre los dedos o como el aleteo de un colibrí, que durante un instante permaneció detenido en el tiempo, haciendo que la eternidad fuera eso, y en un parpadeo, se nos chispotea y desparece.

¿Qué queda entonces? el recuerdo de esa divinidad y de que esa sensación se puede recrear en todo momento, porque es la capacidad perfecta de volver a nosotros mismos, siempre, una y otra vez, en este eterno presente en el que siempre somos, lo que somos.


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