Sábado 18 de May de 2013
Naciste en una cultura que te enseñó a sufrir, te dijeron que si sufrías te harías más fuerte, que aprenderías más de la vida, que adquirirías experiencia.
La mente-ego desea que vivas en permanente conflicto, que la vida te duela, que veas todo muy complicado y difícil para que después puedas compararla con momentos más dulces, parte de sus trucos de “montaña rusa”, que suben y bajan: estar bien y estar mal permanentemente. El sufrimiento es parte de una idea de la mente automática -que todos compartimos- y a quien le rendimos un culto increíble. ¿Pero qué te haría más feliz sino darte cuenta de que esto es falso? El sufrimiento no tiene sentido, nunca, pero no es la voluntad de la Vida, de Dios, del ser divino que mora en vos… sino del ego, de una falsa idea acerca de que es necesario sufrir para crecer, para evolucionar, de un pensamiento que justifica y cree merecer el sufrimiento. ¿Cómo puede ser verdad que tengas que llorar, sentirte rechazado o culpable, que tengas que sufrir pérdidas o ser abandonado para recordar lo que ya sos (para supuestamente “evolucionar”)? Sos la chispa divina, un Ser de paz eternamente unido a su creador, amoroso y de fe…aunque lo tengas algo olvidado. La creencia en la necesidad de sufrimiento es una idea loca, pero la seguimos sosteniendo. Quién no ha dicho: el sufrimiento te fortalece… Nos hemos olvidado de nuestra esencia, de que disponemos de una mente divina y presente para elegir vivir amorosamente en vez de vivir en permanentemente en conflicto. La mente-amor solo te propone dicha, alegría, confianza, serenidad, paz, luz, pero si aún no te convencés seguirás apoyando a la otra. Es como decir: “no me gusta sufrir, pero si me fortalece, lo aguanto, porque además seguramente me lo merezco”….en vez de cuestionar esa supuesta verdad. El sufrimiento no es necesario, lo hemos inventado con la mente-temor, con nuestra interpretación conflictiva de cada circunstancia, con muchas ideas que obstaculizan el honesto fluir pacífico de la vida. Le creímos al lobo Feroz y no a Caperucita. Recordá que hay otra mente que te susurra al oído y aún no estás escuchando… otra mente a la que tenés acceso para elegir de nuevo tu verdadero propósito de vida, para reconocer quien sos de verdad a tal punto de no hacerte infeliz en ningún momento.