Viernes 24 de May de 2013
El vehículo para conducirnos en este plano es el cuerpo.
En el cuerpo encontramos cuestiones que nos gustan y otras que no tanto, pero lo importante es saber que amándonos podemos lograr transformar lo que creemos un defecto, en un elemento extra para alcanzar la armonía interior.
El cuerpo es el ropaje del alma. Por ello debemos honrarlo, cuidarlo y utilizarlo para expresarnos con plenitud cada día.
Si sabemos definir cuál es el sentido de nuestro paso por este plano de la existencia, apreciaremos el envase que habitamos y actuaremos en consecuencia.
Ahora, si no sabemos quiénes somos y a qué vinimos, seguro terminaremos utilizando vanamente el mismo cuerpo.
¿Cuántas personas se pasan la vida pendientes de cómo se ven o cómo las ven los demás, obsesionadas para que el cuerpo luzca según el modelo de turno, y olvidándose que también deberían cuidar su alma?
El budismo tibetano explica desde hace milenios la importancia de ser conscientes del sentido de la vida y de tomar el cuerpo como la herramienta que se nos da por un tiempo en el planeta para realizar aquello que le concierne al alma. También nos recuerda clarito que en algún momento (cuando cesan la visión física y la motricidad y arranca el vuelo del alma, que se va desprendiendo del físico, elevándose) todo lo que tiene nombre y todo lo que tiene forma se convierten.
Esa partida del cuerpo depende de cómo hemos vivido, y acá llega la primera diferenciación:
Si lo utilizamos de manera noble, con percepciones espirituales, si pudimos desidentificarlo, éramos mucho más que el mismo cuerpo, la partida, la despedida se transformará en un fenómeno ilimitado. Si en cambio nos mostramos prisioneros de inseguridades, de apegos a la estética, de la mirada ajena, demasiado atentos al “me pica, me hincha, me duele, no me gusta nada”, la partida resultará bastante confusa.
No olvidemos jamás que somos un espíritu sutil conectado al universo y que cuando la mente consigue trascender la dependencia de la imagen física, se alinea con nuestro ser y avanza sobre el sendero de lo realmente importante.