Viernes 7 de Junio de 2013
Cuánto interés por mantener y mejorar la belleza física! cuantas visitas a gimnasios, clínicas de estéticas.
Cuánta preocupación por dietas para tener un peso ideal o afán por repletarnos de vitaminas, suplementos nutricionales y todo lo que creemos que pueda aportar vitalidad y bienestar, todo ello está bien, cuidar nuestro cuerpo, a fin de cuentas, es lo que exponemos a primera vista y es el cofre en donde guardamos nuestra alma, pero seria bueno recordar que cuando nos toque partir de este mundo hacia otra dimensión abandonaremos ese cuerpo que tanto insistimos en embellecer, sin embargo la otra belleza, la interior es eterna y el tiempo ni la arruga ni la deteriora.
Deberíamos darle un énfasis especial a cuidar y embellecer nuestro interior y para ello podríamos tomar en cuenta lo siguiente: primeramente no vayas a dormir y esperar el nuevo día sin haber perdonado o pedir perdón cualquiera que sea el caso, para poder conciliar el sueno tranquila y plácidamente, el perdón tiene cualidades sanadoras inmensas. El perdón es el mejor limpiador para el alma.
El mejor hidratante es la Fe, un alma sin Fe se reseca, se marchita. La fe provee la confianza para creer que Dios guía tu vida y te ilumina el camino.
La mejor vitamina para el alma es la oración, esa oración dicha desde el corazón no recitada automáticamente, te permite comunicarte con tu Ángel de la guarda, quien servirá de mensajero a la Luz de tus intenciones,
El mejor nutriente para nuestra alma es el amor incondicional, ese amor que deja de buscar el bienestar individual y se orienta a hacerle el bien a otros, hacia la generosidad, hacia el desapego y despeja todo lo que obstaculiza la espiritualidad.
Cuan importante es afanarnos por valorar nuestro interior e incrementar su estética, las personas que tienen un alma especialmente bella reflejan un encanto, un brillo único que trasciende hacia el exterior, esa belleza emana desde el corazón donde viven los sentimientos y se proyecta en la mirada y en la sonrisa que son ventanas del alma, esa maravillosa belleza no se puede comprar ni buscar desde afuera ni viene envasada en frascos, somos nosotros quienes tenemos los ingredientes y la fórmula para ese tratamiento estético único y esplendoroso.
El mayor beneficio de cuidar y proteger nuestra alma son las inmensas bendiciones que se evidencian en una inmensa paz que a su vez es fuente de la más perdurable y profunda felicidad.
En un mundo lleno de tentaciones, de frivolidades materialismos y apegos de ego hay que ser firmes y coherentes con nuestra evolución espiritual sin descuidar las necesidades y la salud de nuestro cuerpo darle el cuidado y la atención a nuestro ser interior procurando proporcionarle todo lo que realce su belleza y de esta manera habremos podido dignificar y honrar nuestra naturaleza humana con su chispa divina.