Miércoles 19 de Junio de 2013
Cuento para reflexionar.
Me despierto con el llanto de mi niña de dos años. Tiene su carita muy colorada, está ardiendo en fiebre. Sé que lo que tiene es grave, por lo que debemos llevarla inmediatamente al doctor. Pero sé también que todo estará bien. Me lo acaba de decir un sueño.
En el sueño estoy en medio de los restos de un avión que se acaba de estrellar, veo mucha gente muerta a mi alrededor. Otros, llorando desesperados. Yo, en cambio, me pongo de pie con mi niñita en brazos apoyada en mi cadera, mientras hablo por celular, comunicando a alguien que hemos salvado ilesas. Aún sin abrir los ojos, con esa conciencia expandida que se experimenta en el estado del sueño, entiendo que el sueño me quiere decir: “va a suceder algo muy peligroso, algo por lo que mucha gente pierde la vida, pero no te preocupes: tú y tu hija saldrán ilesas.”
El doctor me mira preocupado en su consulta, algo que me asusta, pues jamás lo había visto así frente a alguna enfermedad de mi hija. Me dice que tiene neumonitis y que en este caso es de mucho cuidado. Veo el miedo en sus ojos. Me da todas las indicaciones necesarias y hasta me anima a llamarlo a su celular en caso de cualquier problema con mi niña, a cualquier hora. Pero yo recuerdo mi sueño. Él no lo sabe, pero yo sí: mi hija va a estar bien.
Y así fue, todo salió muy bien. Y cómo no: me lo dijo un sueño.
Es que tienes una habilidad especial, me dicen mis amigos, a ti te comunican todo en tus sueños. ¡Pero es que a ti también! ¡Todo el tiempo! Sólo tienes que abrir ese canal, darle a tus sueños su real importancia, anotarlos y aprender a trabajar con ellos.
¿Cuántas veces no buscas un consejo, una guía para tu vida diaria? ¿Y qué haces? Le preguntas a otro que supuestamente sabe más que tú. Lees un libro, quizá pides consejo a las cartas, vas a ver a un vidente o simplemente consultas con alguien que crees más sabio o informado que tú.
Y todo eso está bien, pero quizá quieras aprender a preguntarte a ti mismo y encontrar esas respuestas que nadie más puede darte. ¿Por qué? Porque tus sueños vienen de tu interior, de una parte de ti que te conoce plenamente, que sabe de tus miedos, de tus inseguridades, que conoce tu historia; que sabe de tus alegrías y de tus mayores deseos. Y más que todo, de una parte de ti conectada íntimamente con tu espíritu, que tiene la capacidad no sólo de ver tu pasado, sino de atisbar tus potenciales de futuro. De ahí los sueños premonitorios.
¿Y qué son los futuros potenciales?
Nuestro actual sistema de creencias, nuestros pensamientos, pero más que nada, las emociones que envuelven esos pensamientos –nuestros miedos, nuestros deseos, nuestra pasión–, son los que van creando, momento a momento, nuestro futuro inmediato. De acuerdo a eso, a cada instante tenemos frente a nosotros futuros potenciales, que estamos siempre en condiciones de modificar si cambiamos la creencia, el pensamiento y la emoción que hay detrás. En todo momento tenemos la posibilidad de elegir lo que creamos, es sólo que no somos constantemente conscientes de esa capacidad. Esa parte nuestra que nos habla a través de los sueños ve esos potenciales, se comunica con nuestro espíritu y nos ofrece una nueva visión y, con ella, la capacidad de elegir de nuevo.
Ese sabio que llevamos en nuestro interior mira nuestra vida desde una posición privilegiada y nos regala la visión de nuestro futuro potencial más probable. Quizá queramos modificarlo o quizá no. Es posible que ese aspecto nuestro sólo quiera tranquilizarnos y decirnos, como en mi sueño, “todo estará bien”.
De cualquier modo, ¿cómo no acceder a este poderoso consejero que llevamos en nuestro interior si esa posibilidad está siempre a nuestro alcance?
Tus sueños te están hablando. De ti depende aprender a descifrar su mensaje.
Edna Wend-Erdel