Miércoles 29 de May de 2013
La rutina en la pareja es otra proyección de la ignorancia.
Rutina equivale a repetir las mismas cosas que ya no otorgan satisfacción, sin lograr, pareciera, que escapemos de ellas.
E, inclusive, ante la mutua imposibilidad de encontrar un deleite desde lo humorístico, desde la ternura o desde la creatividad; lo cual se convertiría en un paliativo para combatir tal rutina.
“Mutua imposibilidad”, mencionamos, por que las parejas son de a dos y se necesitan dos para el cambio:
Si ninguno llega a poder abrir una ventana en busca de variables, o bien sólo uno capta la situación, la acepta y propone un cambio, mientras el otro la niega y no la acompaña, la relación entra en un serio conflicto y, por ende, cae en un pronunciado declive. Reiteramos, se necesitan dos para el cambio…si es que quieren seguir juntos.
Quien percibe la necesidad de romper con la inercia de la rutina podrá solucionar la situación desde su contexto de pareja, menos aún si uno y otro fueran como el agua y el aceite y no vibraran en la misma sintonía.
La solución consiste, entonces, en llegar a acuerdos, a través de una comunicación respetuosa, de corazón a corazón, en forma tierna y compasiva, tomando la conversación como parte de una evolución perfecta.
Hablar con calma, humildad y claridad, aceptando que la pareja puede, o no, comprender y compartir lo que uno opina.
Poner todos los temas sobre la mesa. Expresarse sin guardarse lo importante, al margen de la respuesta.
Comentar y escuchar lo que consideran que deberían cambiar. Jugar el juego de ceder, aunque sin ofrecer la libertad a cambio.
Plantear las cosas mías que afectan al otro, y preguntarme, tras recibir su demanda, si puedo modificar lo que me pide.
Y, por último, ser dignos: No nos mintamos a nosotros mismos, ni siquiera con la intención de mantener vigente una relación amorosa.